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dilluns, 16 de setembre del 2013

Cita

Y las vi como se íban calle abajo, a casa del comandante a consolar a la comandanta, que era muy devota, y algunos la llamaban santa. Y yo me senté en el porche, metiendo los dedos de los pies en el polvo, acre y caliente, intentando razonar sobre lo que había pasado. Oí como mi mamá le decia a mi papá que tenía trabajo, que quedara en la taberna, aun cuando en esa hora no hacía falta, ya que nadie salía de casa. Y escuché como crujía la escalera que subía a la recámara, y mi jefe vino y se sentó conmigo, en la madera que se rompía por todos lados. Se descalzó las akaká y puso los pies también bajo el polvo, suspirando, y me pasó el brazo por la espalda, mientras platicaba en rarámuri, la lengua de su raza. Pareció como si una paloma arrullara: Simuchí malá teweke ... y luego se paró con los ojos llenos de agua. Luego, meneó la cabeza, como alejando pensamientos y me miró con la cara de haber vuelto corriendo de muy lejos, como sólo hacen los rarámuri. Todo irá bien malá, no temas mi pequeña Simuchí y me revolvió el pelo mientras me miraba los ojos azules que tanto le fascinaban. Se levantó, agarró las akaká y se las colgó en la espalda por las ataderas. Volvió a suspirar y desapareció detrás de la casa, camino del excusado.

100 años de terquedad. Guadalupe Simuchí Gomes Montes, Rda. Mª. Chihuahua.

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